S
i bien el uso de cannabis medicinal se extendió en el país de la mano de su fenomenal promoción, la ley aprobada en 2017 sólo permite que sea recetada para tratar la epilepsia refractaria, ya que para muchas otras patologías ni siquiera hay ensayos clínicos sobre su efectividad. Su uso para el dolor crónico es una de los más extendidos, aunque no hay pruebas concretas de que realmente sirva. Por eso la norma nacional alienta la realización de estudios al respecto. En estos días, se anunció el segundo ensayo en menores, luego del iniciado por el hospital Garrahan para chicos con ese tipo de epilepsia. Se trata de una iniciativa del hospital Gutiérrez, que probará tratamientos de cannabisen menores con autismo. Para el investigador principal del estudio Gabriel Kunst, la relación de la epilepsia y los TEA abrió en el mundo “una oportunidad de oro”. No hay que olvidar el estigma que pesó sobre la planta que hizo que hasta fines de 2020 la ONU clasificara a la marihuana en su lista de drogas más peligrosas del mundo, junto a la heroína, y también la reticencia mundial a probar su utilidad en psiquiatría. “El consumo de cannabis está asociado con mayor desencadenamiento de cuadros psicóticos, pero lo que hoy se ha visto es que no provoca un trastorno psicótico ni produce síntomas psicóticos severos. Los casos que se presentan son en una población muy predispuesta, en la que surgen síntomas que hubieran aparecido de todas formas”, explica Kunst. Psiquiatra de niños y adolescentes, además de director de Investigación en el Instituto Universitario de Salud Mental de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, Kunst explica al diario Clarín que el ensayo clínico ya obtuvo aprobación del Comité de Ética del Hospital Gutiérrez y tendrá modalidad doble ciego, con placebo.
El ensayo estudiará los posibles efectos terapéuticos de una fórmula de CBD y THC –en una proporción 20:1– sobre una población de al menos 100 niños, que además de contar con diagnóstico de TEA, no deberán haber probado antes tratamientos con cannabis. Se observará mediante entrevistas con los niños, padres, cuidadores y docentes, la potencial mejoría o no sobre el comportamiento, sueño, interacción familiar y con pares, la frecuencia e intensidad de ciertas reacciones. “Hay algunas, como la ira, que son lo más difícil de gestionar y alteran mucho el equilibrio familiar”, comenta Kunst. El especialista se entusiasma con la posibilidad de comenzar el ensayo. “No es que se espera que cure el autismo, sino que mejore la calidad de vida en el corto o en el largo plazo. Al cannabis se lo suele llamar ‘medicamento ahorrador’, y en psiquiatría eso es muy importante, porque hoy tenemos muy buenos recursos terapéuticos pero como este tipo de trastornos son crónicos traen problemas en el largo plazo”. También implica la posibilidad de dar evidencia científica para apoyar a las familias con niños y/o adolescentes con TEA que ya están tomando decisiones vinculadas al tratamiento con cannabis.
El investigador Adi Aran, de Jerusalén, quien en 2017 dirigió el primer ensayo clínico de este tipo, comenzó a estudiar esta aplicación tras conocer los resultados de ensayos clínicos del uso de cannabis para tratar convulsiones en niños, muchos de los cuales además tenían algún TEA. “La epilepsia afecta a entre un 20 y 30 por ciento de los niños autistas”, explicó Aran. Los papers que se publicaban no solo confirmaban mejoras para la epilepsia sino que indicaban que se veían mejoras en el comportamiento. Fue lo que lo motivó a comenzar a investigar el tema. Según un estudio de open label –donde los participantes conocen el medicamento utilizado– realizado en Israel sobre 82 pacientes pediátricos en un tratamiento de 6 meses y publicado en la revista científica Nature en septiembre de 2022, los niños y adolescentes con TEA tratados con cannabis rico en CBD exhiben “importantes mejorías”, especialmente en su comportamiento social, considerado dentro de los síntomas primarios o centrales del autismo. Esto ya había sido estudiado en el único ensayo clínico de doble ciego y controlado con placebo dirigido por el ya mencionado Aran en 2021 y publicado en la revista científica británica BioMed Central (BMC) sobre una base de 150 niños y adolescentes de Israel de entre 5 y 21 años, en un tratamiento de 3 meses con cannabis. Sin embargo, el estudio de 2022 demostró que las mejoras en habilidades para la comunicación no solo eran percibidas por los padres, sino que fueron posibles de medir mediante evaluaciones clínicas.